La historia de los cuerpos es la historia de la cultura, una historia donde se traman signos y juegos del sentido que hacen propicia la producción discursiva de corporalidades acogidas en la sintaxis de un orden estético imperante. Porque los cuerpos, como entidades orgánicas, se ubican socialmente en una estructura de jerarquías y distinciones y sus acciones despliegan significados que determinan la situación de ellos y la de otros cuerpos, en un sistema de comunicación social en la colectividad de los cuerpos. En esa situación se halla comprometido de manera fundamental el vestido, como mediador entre interioridad o subjetividad y cuerpo: objeto con el cual se tapa el origen profano de la materialidad del cuerpo (anclado a los sentidos y a la búsqueda de placer), que ataviado debe dar tono, presencia y dignidad a una entidad superior, ideal que es el alma, dentro de las claves platónicas que regían el imaginario colonial del siglo XIX.