De los cuatro meses que estuvo en esa base recuerda la primera arma que tomó en sus manos, un fusil del año 1936 utilizado durante la guerra civil. Fue de las cosas más emocionantes que vivió, por eso decidió inicialmente ser artillero. Luego fue trasladado a Astorga donde, ya como soldado profesional, le empezaron a asignar misiones. El lugar no le gustaba mucho, pero fue ahí donde inició sus primeros combates de fuego no directo. Estuvo en varias bases durante los siguientes tres años, y fue enviado a misiones secretas en Kosovo y el Líbano, donde conoció lo que era el fuego cruzado y arriesgar su vida por la convicción de defender un país el cual ya sentía como propio.