Esta obra aborda un tema de importancia capital. El autor lo enuncia desde las primeras líneas de su estudio. La revelación constituye el fundamento radical sobre el que se apoya la vida creyente. Una buena comprensión del proceso revelador y de su significado –lo que quiere decir: una comprensión crítica, responsable y verdaderamente actualizada- constituye la base sobre la que deberán edificarse tanto la vivencia auténtica de la fe, como la fecundidad de su compromiso para contribuir a la construcción de una humanidad más humana y, por lo mismo, más fiel a la llamada de Aquel que nos ha creado por amor.
La tarea, siendo indispensable y aun urgente, no resulta fácil, puesto que ha de ser afrontada tras la conmoción “hasta los cimientos”, como dijera Paul Tillich, del cuadro cultural en que se habían ido forjando tanto los conceptos en que era pensada la revelación, como el imaginario en que se alimentaban sus símbolos y se configuraban sus ritos. Precisamente ese es el gran aporte del autor.