Las organizaciones poseen una “personalidad” que se manifiesta en estructuras, funciones y comportamientos fácilmente identificables por los miembros de la sociedad de la que hacen parte y por todos los grupos de interés que interactúan con ellas. En otras palabras, las organizaciones son “sujetos morales”, en cuanto que los individuos y las comunidades que las cobijan perciben su conducta como buena o como mala, como correcta o como incorrecta. Gracias a esta percepción se puede afirmar que hay instituciones honestas, responsables, transparentes, solidarias, etcétera; y también gracias a ella es posible decir que existen otras deshonestas, irresponsables, corruptas y egoístas. El juicio ético a las instituciones es inevitable porque, igual que los individuos, ellas tienen el deber de hacerse responsables de sus acciones.
Conscientes de esta realidad, el libro propone la creación de una cultura ética en las instituciones a partir de la consolidación de un liderazgo directivo auténtico; es decir un liderazgo de talante ético.