Se entiende que la música, particularmente la salsa, encarna el mundo popular y no hegemónico en cuanto se origina en los barrios segregados y se manifiesta en la mayoria de los casos, con notas disonantes que a su vez encarnan también una ruptura con el sujeto racional, ilustrado y apolíneo de la modernidad eurooccidental. En su lugar, la imagen de Dionisios se yergue como tensión potencial del orden establecido, lo cual puede evidenciar que la música es una dimensión del goce estético de lo humano, pero también de un lugar —locus— de conocimiento y construcción de ese mundo/realidad del sujeto complejo.