Los estudios sobre ecumenismo y diálogo interreligioso, deben registrar las acciones de unidad (con mayor o menor conciencia de unidad) que se presentan en lugares de interacción cotidiana para creyentes e increyentes: a) la familia integrada por hombres y mujeres con diferentes confesiones religiosas, b) la escuela como escenario de diversidad y pluralismo, c) los lugares de trabajo en donde se hacen cada vez más evidentes las variedades en las creencias, d) la Iglesia que en un limitado espacio geográfico debe compartir la administración de los bienes simbólicos de salvación con confesiones diversas y con otras culturas, tratando de ser fiel a su propia creencia y al mismo tiempo, acogiendo las riquezas de otras experiencias de fe, e) las comunidades que, superando el rechazo por la diferencia, aúnan fuerzas para resistir a la pobreza, a la violencia, al miedo o a la angustia –entre otros padecimientos propios de las sociedades signadas por la violencia, la sangre y la injusticia–, y alimentar la esperanza por reivindicar la historia y descolonizar los espacios, los lenguajes, los discursos y las culturas, y f) qué decir de las redes virtuales que facilitan la proximidad al otro totalmente desconocido, a sus prácticas y a sus ritos.