Lo que L. A. Valderrama plantea aquí –la posibilidad de una cultura sin religión– es pertinente cuando el marco teórico escogido, a saber, la teoría freudiana de la religión, la entiende como alienante o contentiva de elementos alienantes. Muchos pensarán que la propuesta de este libro está de antemano preñada de un ateísmo alérgico a lo religioso. Si ese fuera el caso, el autor no se habría planteado el papel de la religión en la cultura y trataría esta sin tener en cuenta la realidad religiosa.
Es importante subrayar que el hecho de considerar la religión como alienante u opresiva no es propio de las posturas ateas. Respecto de la fe se dan varias actitudes que plantean que “el aparato religión” impide que la fe sea realmente cristiana.
A partir de esta afirmación, unos dirán, entonces, que la religión en cuanto organización institucional es un mal necesario; otros serán de la opinión de que deshacerse de las creencias “mágicas”, de la jerarquía, de los ritos arcaicos y de la estructura institucional es una condición sine qua non para lo que la fe anhela: el reino de Dios.