La vieja idea según la cual el pensamiento filosófico y sus reflexiones relacionadas son el producto de taciturnos sujetos embebidos en los libros, inmersos en diálogos interminables con los autores, se ve, por lo menos ampliada, dentro de concepciones mucho más recientes en donde el esfuerzo colectivo, la discusión, la posibilidad de consensos epistémicos y, sobre todo, la comunidad de propósitos alrededor de la construcción de un conocimiento y la estructuración de perspectivas críticas sobre los problemas del presente, se asumen como apuesta.