Los primeros componentes de la psicología del desarrollo tal vez puedan situarse a partir del reconocimiento social de la infancia y de la niñez. Muchos historiadores coinciden en afirmar que ese reconocimiento fue tardío. El historiador francés Philippe Ariès sostiene que en la sociedad medieval no había espacio para la infancia ni para el niño como constructos teóricos. Ellos emergerían en el transcurrir de los siglos XVII y XVIII. Entonces, aunque entre los siglos XVI y XVII se asoma una cierta sensibilidad respecto de la infancia, parecería que es solo en el siglo XVIII que el niño es objeto de preocupación por parte de algunos pensadores, en su mayoría filósofos y pedagogos.
Son varios los autores que se constituyen en referentes y vale la pena revisarlos así sea brevemente. En su momento, Rousseau (1712-1778), en el Emilio propone una educación centrada en la evolución natural del niño, en la que destaca sus particularidades y sus diferencias y sitúa la infancia como una etapa necesaria y fundamental para el hombre. El pedagogo Johann Heinrich Pestalozzi (1746-1827), simpatiza con algunas de las ideas de Rousseau sobre la educación de los niños y lleva un diario sobre los dos primeros años de su hijo que se convierte en una de las primeras observaciones sistemáticas que se asume como precursora de la metodología observacional en el desarrollo temprano.
Al hilo de lo anterior, este texto solo puede entenderse como un primer intento, inacabado y abierto, que deberá continuarse. Es lo que los anglos llaman un “texto en progreso”, y que la edición en ebook permitirá reabrir sin mayores dificultades. También es, desde luego, una incitación a los lectores para que lo complementen, lo discutan o incluso lo controviertan. Este quiere ser un texto vivo y discutido dentro de la comunidad. Posiblemente ciertas hipótesis sobre los hechos encontrados vayan a suscitar polémicas. Una colega advirtió que seguramente le caerán rayos y centellas en la medida que es un texto provocador. Ojalá así sea: mientras sean iluminantes habrá cumplido en parte su propósito. Queda de todas maneras, un gusto por escudriñar más minuciosamente nuestro pasado de cara al futuro y no solo a lo que no pudo ser.