Para introducir este libro no solo podemos señalarle qué se va a leer en él, debe hacerse una invitación sobre cómo abordarlo. Si nuestro lector o nuestra lectora está familiarizado o familiarizada con la rayuela, o bien porque la jugó en su infancia, o bien por sus sensibilidades literarias con Julio Cortázar, intuirá fácilmente cómo aproximarse a este libro. En la rayuela hay saltos, brincos, elevaciones del piso. Podemos ir y venir. Se requiere de nuestra presencia corporal. Hay un guiño dado por la piedra que tiramos y nos da sentido de direccionalidad. Está la promesa de un cielo y, sin embargo, el goce se encuentra en saltar, avanzar y retornar. Es viable el salto por el salto y se autoriza que este sea el disfrute último, el del juego por el juego, sin pretensión instrumental alguna. La rayuela cortazariana nos sirvió como puerta al universo de la subversión literaria. Si esta lúdica lectora hace parte de usted, bien podrá ser este un escenario donde ejercerla.