Crear es un acto intencional que conlleva a través del proceso -incluso en las serendipias o logros fortuitos-, y al reflexionar se generan ideas nuevas: todo ello anima el sentido humano espiritual o trascendente, que jalona la necesidad de cambio en el individuo y, a través de este, en la sociedad y en la especie; a veces como si fuese mero instinto, a veces como conciencia explícita de su potencial creador: si hubiésemos sido creados a imagen y semejanza de un ser divino, este sería el rasgo distintivo.
Crear es, a la vez, una condición y un potencial o capacidad natural de la especie humana y uno de los recursos fundamentales que le permite concebir ideas y desarrollar estructuras, respuestas o soluciones diferentes o nuevas frente a situaciones o condiciones precedentes, actuales y futuras. Es un ejercicio que despliega las facultades de pensar e imaginar y las de realizar (llevar a la realidad objetiva, externa al creador), determinadas por actitudes y aptitudes individuales y sociales que incentivan y posibilitan.
Crear nuevos medios tangibles y manera novedosas de resolver los problemas que asumimos, nos ha permitido expresar la capacidad humana para idear y construir un hábitat gradualmente más diverso y comprehensivo que descifre nuestras necesidades presentes y marque nuestras posibilidades futuras, que se podría definir como nuestra cultura material. Es el signo de lo que llamamos progreso, que ilustra voluntad humana de evolucionar y afecta los niveles y fibras de nuestro ethos.